Lluvia fina de

Gabriel tiene una idea: celebrar una fiesta con motivo del 80 cumpleaños de su madre, para la que quiere contar con sus hermanas Andrea y Sonia, con sus sobrinas, con el exmarido de esta última y con Aurora, su mujer. Esta decisión removerá las conciencias de la familia y tendrá consecuencias irreversibles.
Aurora mantiene, al tiempo que recuerda, conversaciones desencadenadas por esta idea con cada uno de los hermanos que nos van revelando la historia familiar de Sonia y Gabriel (padres) y sus tres hijos: Sonia, Andrea y Gabriel. Ella se convierte, así, en el centro de estas conversaciones, no porque sea la protagonista, sino porque los tres hermanos la han convertido en la receptora ideal y confiable de sus respectivos mensajes, llenos de confesiones, confidencias, anécdotas, agravios, etc. Ella rememora estas conversaciones que ha escuchado en muchas ocasiones, año tras año, una y otra vez. Como una lluvia fina que va calando los huesos y que, finalmente, llega a la capa más profunda de la psique de Aurora.
Conocemos a los personajes no por lo que se dice de ellos, sino porque Luis Landero los deja hablar, de modo que el lector se hace una fotografía completa de esta familia, fotografía que no consigue ser una fiel reproducción de la historia familiar, sino que las diferentes percepciones, los diferentes relatos de un mismo hecho trastocado por el filtro de la imaginación, nos llevan a la conclusión de que la verdad no existe.